Pregón de la Semana Santa de Zarandona, pronunciado por el Alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara

 Señor cura párroco don Manuel Peñalver Soler; Señora Alcaldesa-pedánea mi buena amiga Puri Manzano; Señor Presidente de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Paz, Don Juan Marín, nazarenas y nazarenos; señoras y señores, muy buenas noches 

      Llego a este rincón de la huerta para intentar poner palabras a los sentimientos. Los sentimientos de un nazareno, que no tiene más mérito que sentir la fe portando un paso; de lucir con orgullo una túnica y de sentirme partícipe, como tantos, de las formas que tiene mi tierra de mostrar la pasión, muerte y resurrección de Jesús, según la entiende Murcia. Precisamente en estas fechas, cuando comienza a despertar una incipiente primavera, Murcia y su huerta huelen a flores, a cera, a inciensos que suben al cielo como plegarias que inundan los corazones de la buena gente de Zarandona; buena gente como las que visten las túnicas color granate. 

      Deseo expresar mi agradecimiento a la Junta Directiva de la Cofradía del Cristo de la Paz por darme la oportunidad de pronunciar este pregón. Un pregón que no tiene más pretensión que ensalzar nuestra Semana Santa, en donde ese Cristo que expiraba hace casi 2000 años, pasea su pasión y muerte por las calles de la vieja y moderna Zarandona.

      Quisiera agradecer el gran honor, la enorme distinción que supone mi nombramiento como Pregonero de los espléndidos días que se avecinan, de esos días grandes de fe y piedad. Porque, además de ser una distinción que cala hasta mi alma, implica también una importante responsabilidad: el convertirme en nuevo garante y heraldo de esta espléndida y gran Semana Santa que, aunque joven, ya ha demostrado la nazarenía, el trabajo y la ilusión de los hermanos que la hicieron posible. 

En verdad tiene Zarandona una gran Semana Santa, a la que contribuye la gubia indescriptible de un maestro que ha llevado el nombre de este pueblo hasta los confines del mundo. Los padres de don Francisco Liza creyeron que aquella afición de su hijo por modelar figuras con el barro de las acequias sería un pasatiempo pasajero. Se equivocaron. Medio siglo después sus tallas ocupan los más destacados altares de toda la provincia y reclaman su maestría, incluso, desde tierras americanas. 

      No hay mayor globalización que el cristianismo ni se puede entender la definición de hermano y nazareno fuera de la Caridad de este Cristo de la Paz que, en su cercana agonía, encuentra el calor de unas manos humanas para aligerar el peso de la Cruz. Todos hablamos un mismo lenguaje y a todos, como advirtió Cristo, nos conocerán en el mundo por la forma en que nos amamos, por el ímpetu con que nos enfrentamos a la muerte y al sufrimiento.  

      Este es, en mi humilde opinión, el problema del hombre: su miedo a todo lo que le destruye, a todo lo que le hace sufrir, lo que le quita la vida, lo que le molesta, la enfermedad, la soledad, la ancianidad... el temor a todo lo que Cristo se enfrentó para que nosotros pudiéramos pasar agarrados de su mano sin perder la vida.

      Y da igual contemplar a este Señor que sólo en apariencia está derrotado al cruzar las esquinas de Zarandona, es igual degustar cómo entrega su existencia por calles remotas que se impregnan del primer azahar del año. Es Cristo que pasa... 

      Es en la noche de Pasión del Jueves Santo cuando se cumple esa especie de penitencia que se torna gloriosa, cuando los ojos se nos llenan de lágrimas, recordamos al padre y al abuelo que nos transmitieron su sabiduría nazarena, aquella madre, aquella abuela que con amor, que con primor nos vestía en la oscuridad de la madrugada después de encontrarnos despiertos, en vigilia, velando los estantes, que son las armas del nazareno; la túnica, su santo uniforme; los caramelos, su dulce munición; y la inquietud y los nervios, su responsabilidad. 

      Ahora sabemos que el recuerdo del hijo perdido, del hermano que nunca abrazaremos ya en esta tierra, del amigo que nos dejó por sorpresa en un día de infortunio, ahora sabemos que allá arriba, por encima de este cielo de primavera, más allá de donde se eleva el aroma a alábega, a jazmín y a azahar nazareno, nos estarán contemplando en los balcones del Paraíso, con las mismas sonrisas, con la misma felicidad que esta noche, aquí, los recordamos. 
 

Quisiera que mis ojos fueran jilgueros que se posaran sobre este Cristo como testigo gozoso de un nuevo amanecer de solidaridad y hermandad. Quisiera que mi pulso, convertido en hierro fundido, atravesara al corazón de esta espléndida Dolorosa para mitigar su pena y aflicción. 

Quisiera que mi corazón se disolviera en agua pura y aquietada que regara estos campos resecos que tanta agua necesitan y que brotara un lecho de rosas al paso de Nuestro Señor.

Quisiera que mis oídos, cuajados de marchas pasionarias, se convirtieran en una infinita escucha junto al pie de San Juan, para seguirlo en su camino doloroso hasta el Calvario. 

Quisiera que todo mi aliento se elevara en ráfaga de aire enamorado para envolver el Encuentro solemne y recogido, fruto de la Pasión de este pueblo que sabe amar a sus vírgenes y a sus cristos.  

¡Ay si mi sangre se trocara sangre inmaculada para brotar serena del costado de Cristo! O si pudiera variar la torpeza de estas líneas para transmitir aquí la esperanza con la maestría del Evangelista. Quisiera ser esbelta palmera del Malecón que el son de una burla gloriosa se meciera para contemplar el itinerario nazareno de esta Murcia que amo con toda mi alma.  

Quisiera que mi voz se volviera azahar para acariciar el rostro hermoso de Nuestra Dolorosa. 
 

SUPLICO OS, REINA GLORIOSA

HIJA DEL ETERNO PADRE

DEL DIVINO VERBO MADRE

Y DEL ESPÍRITU ESPOSA:

QUE ME CONCEDAIS PIADOSA

¡OH! AMPARO DE PECADORES

DEVOCIÓN, ANSIAS, FERVORES

COMPASIÓN, DUELO Y TERNURA

PARA SENTIR AMARGURA

DE VUESTROS SIETE DOLORES 

Y LUEGO ALZARME PIADOSO

Y EL CORAZÓN PALPITANDO

DEGUSTANDO CUAN HERMOSO

ES VER A CRISTO GOZOSO

EN ZARANDONA, REINANDO 
 

      Quisiera, a fin de cuentas, amanecer cada mañana como amanece un nazareno, inquieto el corazón y el pulso vibrante, emocionado al descubrir un cielo sin nubes, dichoso de vestir la túnica un año más, rendido de fervor y satisfacción al regresar a casa y esperanzado, siempre esperanzado porque el último toque al trono de sus anhelos, el último golpe seco a la puerta de la parroquia, siempre es el primero para la próxima Semana Santa. 

      La llegada de la Semana Santa, de esos días grandes en que recordamos la Pasión y Resurrección de Jesucristo, supone para los hermanos de la Paz, y para todos los murcianos, una fecha muy especial. Sobre todo entre quienes tenemos el inmenso placer y orgullo de vestir la túnica.  

      Porque los verdaderos protagonistas de esa magnífica historia que cada año rememoramos y que renueva nuestro compromiso con Cristo son, precisamente, los miembros de las distintas cofradías pasionarias de nuestra querida ciudad. 

      Ellos son uno de los mejores vehículos de difusión del Evangelio y de la Fe cristiana en el mundo moderno en que vivimos. Como Alcalde y como Nazareno, envío un afectuoso saludo a cuentos cofrades y familias participan en el desfile que inunda de color el Jueves más triste del año y os animo a seguir impulsando la hermosa tradición de transmitir nuestra fe a través de estos maravillosos días en los que Murcia se convierte en nazarena. Y aquí en Zarandona, ya se siente próximo el solemne besapié que supondrá el auténtico comienzo de la Semana Mayor, el instante en que muchos podrán rendir homenaje a Aquel que a todos nos ha salvado. 

      ¡Qué emoción cuando en la tarde-noche más triste de la humanidad se abren las puertas de la iglesia parroquial de Zarandona para que el cortejo inicie su santo recorrido, en lento caminar hasta que en el retorno se celebre el impresionante Encuentro cuando nuestra Madre, la Dolorosa, se incline ante su Hijo que agoniza, mientras su fiel discípulo Juan lo observa. 

      ¡Con qué dignidad las puntas de las varas del trono tocan el suelo en señal de respeto ante el Salvador y cómo entonces los sentimientos inundan los corazones de los presentes! Esta es nuestra Fe. Esta es nuestra Esperanza en Cristo. 

      Que el Santísimo Cristo de la Paz bendiga nuestras familias y nos ayude para que nuestras cofradías continúen custodiando y ensalzando la esencia de nuestra historia: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro señor Jesucristo. 

“En esta tarde, Cristo de la Paz,

vine a rogarte por mi carne enferma;

pero al verte, mis ojos van y vienen

de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.  

¿Cómo quejarme de mis pies cansados

cuando veo los tuyos destrozados?

¿Cómo mostrarte mis manos vacías,

cuando las tuyas están llenas de heridas?  

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,

cuando en la Cruz alzado y sólo estás?

¿Cómo explicarte que no tengo amor,

cuando tienes rasgado el corazón?  

Ahora ya no me acuerdo de nada,

huyeron de mí todas las dolencias.

El ímpetu del ruego que traía

se me ahoga en la boca pedigüeña.  
 

Y sólo pido, no pedirte nada,

estar aquí, junto a tu imagen muerta,

ir aprendiendo que el dolor es sólo

la llave santa de tu santa puerta”.  
 
 

Hasta este rincón de mi Murcia del alma, de nuestra huerta, he venido a pregonar vuestra Semana Santa, la de vuestro pueblo y el mío como dirían los versos de Miguel Hernández. Y más que como un representante legítimo de la ciudad, he querido hacerlo como un nazareno, como un cristiano que cree que Jesús de Nazaret se hizo hombre, voluntariamente se sometió a pasión y muerte por la redención de nuestros pecados, que resucitó y que está sentado a la derecha de Dios Padre.  

      Nazarenos de Zarandona, ha llegado el momento. Convertiros con orgullo en la más hermosa catequesis andante que representa mostrar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, según la entiende Murcia, es decir a través de su Semana Santa. 
 

      En la distancia escucho los sonidos de tambores y cornetas, carros bocinas y tambores aterciopelados que anuncia que Zarandona es nazarena.  Manos sensibles planchan túnicas, todo está dispuesto, en poco tiempo Jesús sale a nuestro encuentro y allí estará Zarandona para recibirlo y amarlo. 

Una última licencia se toma este pregonero, y es, desde aquí, piropear a nuestros Cristos, al de la Paz y, junto a Él a nuestra Señora de los Dolores, y uniéndose a sus voces, junto a nuestra Patrona, la Virgen de la Fuensanta  gritar: 

¡Viva Zarandona!  ¡Viva por siempre Zarandona, Murcia y su huerta!

Muchas gracias por su atención. 

Miguel Angel Cámara Botía.
Alcalde de Murcia.
Sábado, 14 de marzo de 2009

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