Miguel Ángel Cámara destaca la genialidad de la obra de Antonio Campillo en la entrega del título de Hijo Predilecto

El escultor e imaginero agradece emocionado el alto nombramiento que le concede el Pleno del Ayuntamiento de Murcia

El Alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara, ha entregado esta tarde el título de Hijo Predilecto de la Ciudad de Murcia al escultor Antonio Campillo, como un reconocimiento a su espléndida trayectoria artística y su dedicación y generosidad con el Municipio de Murcia.

El Alcalde ha destacado que, entre todos los honores y reconocimientos que una ciudad otorga a sus hijos, es acaso el de Hijo Predilecto “el más importante y emotivo, el que mejor resume el respeto de una Corporación Local, en representación de la sociedad, hacia uno de sus ciudadanos. Y, en el caso que hoy nos ocupa, la atención es recíproca. Porque también se suma la dedicación y el cariño que durante décadas ha dispensado Antonio Campillo a esta Murcia que hoy, orgullosa de sus méritos y desvelos, lo apadrina”.

Miguel Ángel Cámara ha añadido que La personalidad de Antonio Campillo, “su empuje por involucrarse hasta la médula allí donde ha sido requerido, le han permitido seguir participando de proyectos e iniciativas en diversos órdenes sociales a lo largo de su vida. Pero al bucear en su existencia, uno comprueba que hay personas que ya nacen predestinadas a vivir y sentir el arte”.

El primer Edil ha añadido durante su intervención que “como murciano primero, y como Alcalde de Murcia, he comprobado que la generosidad del maestro para la ciudad no tiene límites. Involucrado en decenas de campañas solidarias, mientras sus obras embellecen importantes museos de todo el mundo, hace apenas unas semanas donó a esta Murcia que hoy lo ensalza dos importantes piezas, entre ellas la mujer en bicicleta que le valió un Premio Salzillo, que se incorporarán al paisaje urbano de Murcia, aportando nuevos elementos para la transformación de la ciudad a través de su patrimonio artístico. Y no ha sido la única donación de la que disfrutamos los murcianos”.

Cámara ha concluido insistiendo en la “brillante trayectoria de quien hoy se convierte en Hijo Predilecto de Murcia, una sincera muestra del respeto, cariño y reconocimiento que los murcianos sienten hacia este escultor que ha sabido conjugar su maestría con el amor hacia la ciudad que hoy reconoce su esfuerzo y genialidad.


Nombramiento Hijo Predilecto

Ciudad de Murcia a Antonio Campillo

De entre todos los honores y reconocimientos que una ciudad otorga a sus hijos, es acaso el de Hijo Predilecto el más importante y emotivo, el que mejor resume el respeto de una Corporación Local, en representación de toda la sociedad, hacia uno de sus vecinos. Y, en el caso que hoy nos ocupa, la atención es recíproca. Porque también se suma la dedicación y el cariño que durante décadas ha dispensado Antonio Campillo Párraga a esta Murcia que hoy, orgullosa de sus méritos y desvelos, lo apadrina.

Resumir en unas cuantas líneas la trayectoria profesional y humana del maestro Antonio Campillo Párraga resulta una tarea harto complicada, sino imposible. Porque son tantos los trabajos y ocupaciones que el escultor ha desempeñado, tantos y tantos los reconocimientos, honores, exposiciones y tratados que citan su obra que, sin lugar a dudas, serían necesarios muchos folios para recogerlos.

Por eso, cuando de Antonio Campillo se trata, es más aconsejable describirlo de pasada, glosar su figura con expresiones apenas inacabadas, como su obra, para, sin mayores preámbulos, acercarnos a él y disfrutar de su grata compañía, su sapiencia y su trato afable.

Antonio Campillo nació en la antigua y noble pedanía de Era Alta, hace 82 años, aunque no se lo crean, en la frontera que aún hoy separa la huerta donde se asienta, del campo murciano. En sus primeros años de vida, cuando apenas era un niño, ya apuntaba maneras de artista. Y no es una frase hecha. Con sólo siete años volcó su imaginación en un espléndido belén donde su pericia y composición sorprendió a muchos. Entre ellos, a Manuel Fernández-Delgado Marín-Baldo, quien allanaría la entrada del diminuto maestro a la Escuela de Artes y Oficios. Se iniciaba una carrera que le depararía gloria y satisfacciones ni siquiera imaginadas.

Su primer maestro de modelado fue una figura de la época: Clemente Santos, para después seguir los pasos de otro gran artista, Juan González Moreno, en cuyo taller, donde entró como aprendiz, llegaría a conocer todos los secretos de la escultura, no sin antes aprender también a cerrar las puertas y a barrer el estudio, como cualquier otro novicio que se precie.

Poco a poco, en aquel lugar que él recuerda como un sitio silencioso, donde sólo se trabajaba, el maestro Campillo fue adquiriendo un estilo propio y palpitante que perfeccionaría, beca en ristre, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en la que obtuvo el Premio Fin de Carrera en 1953, siendo galardonado con el Premio Nacional Salzillo por su Virgen de la Soledad. Sin embargo, mientras su nombre comenzaba a ser conocido en los más altos círculos artísticos, jamás olvidaría aquellos años de su infancia en que modelaba el barro de las acequias.

Campillo, que además de la escultura domina el retrato a la perfección –muchos de ellos están repartidos por España- pronto se volcó en la escultura religiosa, respetando la espléndida tradición murciana y engrandeciéndola. Así, muchas iglesias cuentan con imaginería propia. Vírgenes sencillas y sin adornos que apasionan y despiertan sentimientos de paz y consuelo. Vírgenes como la de la Soledad, que en la procesión del Retorno desde la iglesia del Carmen tantos años ha procesionado y a la que yo me he sentido orgulloso de portar sobre mis hombros en las noches del Viernes Santo a las madrugadas del Sábado Santo.

Sin embargo, al decaer los encargos de esculturas religiosas, tuvo que comenzar a realizar arte profano, que impulsó decididamente desde sus trabajos en Madrid. Alumno primero, maestro después, fue catedrático de la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba desde 1966 a 1977, y en la de Madrid a partir de aquel año.

Amante de todos los materiales. Barro, su primer material; madera, a la que aplica la gubia de manera magistral como podemos apreciar en la Virgen de la Arrixaca que acabamos de admirar a la entrada; escayola, en la que tan cómodo se encuentra… bronce, piedra… Cualquier material, duro a ser posible, con el que pueda enfrentarse, reducir, dominar para acabar sacando partido a lo que atesora dentro.

Sus viajes por Europa, su acercamiento a la escultura mediterránea, esas formas elegantes y voluptuosas que definen a sus mujeres y matronas, fueron perfilando al autor y al gran personaje que encierra. Porque la obra de Campillo es un fiel retrato de su personalidad, de un trabajo duro, como los materiales que más le gusta modelar, de un don de gentes que lo hacen merecedor de este título de Hijo Adoptivo.

En Murcia podemos apreciar su obra con orgullo. Desde al busto de Rubén Darío, ahora en rehabilitación, al Homenaje al Nazareno Murciano, que tuve el honor de inaugurar en La Glorieta de España hace ahora una década. También las mujeres que nos sorprenden a la puerta del Auditorio y Centro de Congresos o el Dios Mercurio, ubicado junto a la Cámara de Comercio de Murcia… Se trata de obras que constituyen las señas de identidad de una Murcia que crece y se engalana.

Como murciano y como Alcalde de Murcia, he comprobado que la generosidad del maestro para la ciudad no tiene límites. Involucrado en decenas de campañas solidarias, mientras sus obras embellecen importantes museos de todo el mundo, hace apenas unas semanas donó a esta Murcia que hoy lo ensalza dos importantes piezas, entre ellas la venus en bicicleta que le valió un Premio Salzillo, que se incorporarán al paisaje urbano de Murcia, en el renovado y recuperado Parque Ruiz Hidalgo y su entorno, aportando nuevos elementos para la transformación de la ciudad a través de su patrimonio artístico. Y no ha sido la única donación de la que disfrutamos los murcianos.

Antonio Campillo involucra al espectador en sus obras, que cuenta con sus admiradores hasta el extremo de ofrecerles la posibilidad de terminarlas, de concluir la pieza en un sentido u otro, según el sentimiento que en ese instante se experimente. Junto a los motivos que siempre le han obsesionado (los caballos, la mujer, las ciclistas…), el escultor ha dado vida a una serie interminable de barros, bronces, escayolas, bustos, miniaturas, dibujos, bocetos...

Todo un espléndido universo de símbolos que realzan la obra de Antonio Campillo, una obra que se deja descubrir por cada mirada, una escultura nueva para cada espectador, ya que es el observador quien la completa con su imaginación y la finaliza en su mente.

Si su categoría profesional es indiscutible y casi interminable el curriculum que lo adorna, nadie pondría en duda su murcianía. Para demostrarlo basta recordar algunas de las distinciones que Antonio Campillo atesora y que evidencian cómo Murcia ha sabido reconocerle sus desvelos por esta tierra. Antonio Campillo fue merecedor, en dos ocasiones, del premio Nacional Salzillo, a los que se suman otros muchos y el honor de recibir la Medalla de Oro de la Región de Murcia.

La personalidad de Antonio Campillo, su empuje por involucrarse hasta la médula allí donde ha sido requerido, le han permitido seguir participando de proyectos e iniciativas en diversos órdenes sociales a lo largo de su vida por la cultura, el arte y su querida Murcia.

Por todo ello y como sincera muestra del respeto, cariño y reconocimiento que los murcianos sentimos hacia este gran artista, que ha sabido conjugar su maestría con el amor hacia su ciudad, el Pleno del Ayuntamiento de Murcia le concede a Antonio Campillo Párraga el titulo de Hijo Predilecto de Murcia.

Miguel Ángel Cámara Botía
Alcalde de Murcia

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