Pregón de Fiestas. Moros y Cristianos. Murcia 2008

PREGÓN DE FIESTAS
MOROS Y CRISTIANOS
MURCIA 2008

Sepan cuantos estas palabras oyeren, y sean para honra de este pueblo, que al conocer tan alto nombramiento, sólo recorrió mi mente, aparte del agradecimiento, un orgullo tan sublime, un regalo de los cielos, que se quiebra esta voz humilde al recordar tal momento. Que ni tronos ni principados, ni potestades divinas, ni cuanto el firmamento anida, ni entre lo oculto y lo claro puede igualarse este encargo de pregonar nuestras fiestas. Por eso, sin más dilación, este Alcalde y su Concejo, tienen a bien ordenar, y mandar a los cuatro vientos, que se extienda la noticia de que empiecen los festejos

Que resuenen los timbales
Y que suspiren las gaitas
Que atronen los arcabuces
Y respondan espindargas
Inunde el olor a pólvora
vega tan mora y cristiana
mora de acequias y huertos
cristiana por la Arrixaca
Alardes y justas festeras
deleiten a nuestras damas
y que besen los pañuelos
de seda y carmín, de nácar
que lucen los caballeros
en sus lanzas afiladas


Que se organicen desfiles, que se celebren torneos
Que las zambas y embajadas nos encandilen de nuevo
Vuelvan también los poetas a cantar aquellos tiempos
cuando la gloriosa Murcia estableció sus cimientos

Excmas. e Iltmas autoridades civiles y militares, Sr. Presidente de la Federación de Moros y Cristianos, Abanderadas, Reyes Moro y Cristiano, kábilas y mesnadas, murcianos y murcianas, buenas noches.

Cinco lustros de éxitos

El tiempo pasa rápido. Y cuando uno tiene el privilegio de habitar en este hermoso lugar, el tiempo vuela como un remolino de colores y sensaciones, un torbellino cuajado de vivencias e instantes mágicos. Parece que fue ayer.

Parece que fue ayer, pero han pasado 25 años desde que un grupo de murcianos entusiastas y amantes de nuestra historia decidieron impulsar un proyecto tan ilusionante y novedoso que pronto recibió el aplauso de todos los ciudadanos.

Contemplamos con alegría desde esta atalaya privilegiada del mundo que es Murcia los 25 primeros años de la historia de nuestros Moros y Cristianos. Ha sido un tiempo de cambio, de profunda transformación de la ciudad y de la propia Fiesta, que ha visto crecer el campamento hasta volverse cada vez más concurrido y florido, que ha disfrutado de la incorporación a los actos de la Entrada y la Entrega de Llaves, en las también remodeladas plazas de Apóstoles, primero, y luego Belluga. Desde el Ayuntamiento que presido siempre he tenido presente que el apoyo y aliento a cuantos hacéis posible la fiesta es una prioridad absoluta, lo que ha permitido la entrega de una sede a la Federación de Moros y Cristianos.

Por ello, celebrar ahora el 25º Aniversario de la celebración de las fiestas de Moros y Cristianos nos permite echar la vista atrás y degustar que ha merecido la pena llegar hasta aquí. En estas cosas pensaba hace un par de meses durante la inauguración, que tuve el honor de presidir, de la escultura del fundador de Murcia, Abderramán II, obra de José Carrilero.

Abderramán. Altivo pero sereno, de porte severo pero apasionado, quien tuviera la dicha de levantar esta ciudad, parece que se sumaba también a los actos de aniversario que estos días se celebran. Y allí, amparado por el río a sus espaldas, pareció que también brotaba del frío bronce una voz enérgica que nos ordenaba:

Que la ciudad se engalane
De flores y luminarias
¡Abrid las puertas remotas!
Engalanad la muralla
Con arcos de hierbabuena,
De palmas, azahar, alábega


Ramitas de jazmín y flores
Se cuelguen de las ventanas
Por doquier resuenen laúdes
Panderos, flautas, guitarras
Y tapices de esa seda
Que en Murcia se cultivaba
Narren la historia triunfal
Que recuerda vuestra Entrada


¡Ordenad que los portones se levanten sin demora,
que rebose el Arenal de jaimas y telas preciosas,
que palidezca de orgullo tierra tan cristiana y mora
ante princesas y reinas, damas y abanderadas!

Mi meta es convertirme esta noche en un humilde heraldo, como aquellos que recorrían calles empedradas y plazas públicas, para anunciar las ordenanzas y acuerdos municipales, entre los que se encontraba nuestra remota Feria, ya en el siglo XIII.

Y si en aquellos tiempos acudían a la ciudad trovadores, saltimbanquis, mercaderes y juglares, que conformaban una algarabía colosal, hoy tenemos el privilegio de seguir celebrando estos días con tanta pasión y alegría como entonces.

Quizá sólo una cosa me diferencia de aquellos trovadores: que ellos desempeñaban su oficio para ganarse la vida y yo, en cambio, he tenido el privilegio de poder vivir esta fiesta de Moros y Cristianos desde dentro, desfilando por la impresionante Gran Vía. Por eso puedo anunciar que conozco la pasión que os embarga cuando se acercan estos benditos días, que he sido testigo de la ilusión y el compromiso de tantos jóvenes, que he visto titilar la mirada de los niños al vestir chilabas, túnicas, kaftanes, simbads, babuchas, encandilados al contemplar la hermosa tradición que sus padres les están legando.

La fiesta de Moros y Cristianos es una fiesta familiar. Podría parecer una afirmación baladí, pero en estos tiempos apresurados que vivimos debemos reivindicar más que nunca la importancia que la familia tiene en nuestras vidas. Por ello quisiera, una vez más, mostrar mi reconocimiento a los más de 1.500 festeros, padres y madres, hijos y abuelos, que llenan de alegría, pólvora, historia y hermandad nuestra querida ciudad de Murcia, la mil veces alababa y añorada:

¡Ay Cora de Todmir,
Ay Mursiya de alaracas,
De tierras de aguas puras
Que emergían de tus entrañas
Quién supiera dónde escondes
El caudal que atesorabas
Para aliviar la sequía
Que a nuestra huerta atenaza
Pues no hay Fundación más grande
Ni más grande memoranza
Que la Entrega de las llaves
En manos de la Embajada
¡Murcia se rinda a las kábilas!
¡Murcia sea de las mesnadas!
Festero, desde dentro

Después de tantos años junto a vosotros, he aprendido a emocionarme con el Desfile de la Entrada, a sentirme orgulloso al contemplar la fundación de Mursiya y a comprender la inmensa herencia cultural que poseemos y que bien se representa con la entrada del Infante Alfonso de Castilla y la posterior Entrega de llaves de la ciudad.

Todo murciano, para serlo, ha de contemplar alguna vez en su vida, como si de una improvisada Meca se tratara, esa Entrada que nos presenta el sentimiento de todo un reino condensado en nuestra Gran Vía, esa grande vía bajo cuyo asfalto aún retiembla el remoto plano medieval de la ciudad y que se convierte en un teatro festero e histórico, galano y espectacular, henchido de tradición desde aquel remoto año de 1488 cuando, para agasajar la llegada de los Reyes Católicos a Murcia, se organizaron justas de Moros y Cristianos que llenaron de júbilo el ánimo de nuestros ancestros, recordando así la herencia del Rey Sabio, quien inmortalizara su amor por este Reino, y su devoción a la Arrixaca, en sus espléndidas cantigas.

Hace ahora diez años que mi voz se alzó para pregonar estas fiestas. Y es de justicia afirmar que hoy aprovecho la ocasión para suscribir cuanto aquella hermosa noche tuve el honor de anunciar. Aún más. Porque el paso del tiempo me ha convencido de que cuando el cielo murciano se ve sorprendido por las notas cadenciosas de las marchas moras y las aguerridas marchas cristianas, cuando las mesnadas y kábilas toman cuerpo en los festeros murcianos, cuando el Infante Alfonso de Castilla y el Rey Aben Hud de Mursiya se reencarnan año tras año por ese milagro de la Fiesta, por ese sueño de hacer posible lo imposible, han pasado muchos días de sacrificio, de trabajo, de nervios, de entrega, de generosa entrega que nos exige lo mejor que tenemos como espectadores: el aplauso”.

Que en lo alto de las torres se descuelguen luminarias
Y se adornen con faroles las almenas espigadas
Mursiya acoge esta fiesta, tan remota y tan galana
Que gentes de todo el mundo se acercan a contemplarla

Y más que se acercarán. Porque es mi deseo y el del Consistorio que presido el impulso a cuantas iniciativas sirvan para extender el conocimiento de esta vida festera y de sus festejos. Primero, con la concesión de la Medalla de Plata de la Ciudad, la más importante distinción que puede conceder Murcia a sus hijos y que condensa su reconocimiento público y perpetuo. Y segundo, con la estrecha colaboración que mantenemos con la Federación para alcanzar el reconocimiento para que las fiestas sean declaradas de Interés Turístico Nacional. Y mientras aguardamos ilusionados la celebración de estos acontecimientos, comencemos a festejar hoy mismo esta nueva edición, esta nueva entrega de la Fiesta que nos hermana y distingue.

Telas preciosas y perlas
Adornen túnicas blancas
De rubíes y oro puro
Con esmeraldas talladas


Se compongan mil coronas
Con ramitas de lavanda
Para rendir pleitesía
A sultanas y abanderadas


Sean estos, días de fiesta
Días de hermandad y gala
Días repletos de abrazos
De sonrisa y esperanza


Los festeros

Abanderan esta entrañable fiesta alicientes de sobra para atraer la atención de la interminable familia mora y cristiana que engalana tantos y tantos desfiles en el resto de España. Pero existe una variable, humana e insustituible, que incrementa su valor y el cariño sincero que aquellos nos dispensan. Me refiero a vosotros, los auténticos protagonistas de estos días de magia, color e ilusión.

Porque el carácter abierto y afable, la sonrisa dibujada de forma permanente en vuestros rostros, la mano tendida y generosa, las ganas sinceras de estimular una diversión tan sana como enriquecedora es una cualidad que los festeros murcianos y sus familias enarbolan cada septiembre, como broche de esmeralda y nácar a esta Feria de Septiembre que antaño se celebrara por San Miguel, una gracia que concedió el Rey Sabio, Alfonso X, cuyo corazón parece reverdecer, según mantiene una remota leyenda, cuando se acercan estos días.

Rey Sabio de estirpe guerrera
Que supiste conjugar
El valor en la batalla
Y el acierto de alcanzar
La luz de la inteligencia
Pues si Sabio te recuerdan
Bien se puede asegurar
Que aciertas al comparar
Esta espléndida vega
Con un paraíso florido
Sin par en toda la tierra
Bien descansan tus entrañas
En vergel tan sin igual
Como el magno mausoleo
Que tienes, la Catedral

Festeros de nuestra Murcia, de este rincón bendito donde nacen las más hermosas mujeres que el cielo imaginar pudiera, fértiles predios donde antaño se adornaran los más espléndidos harenes de flores, hortalizas y frutas. ¡Ay Festeros murcianos! Que aquellos que hemos compartido con vosotros parada y fonda, desfiles y bailes, algazara y motín improvisado, ya quedamos para siempre emocionados y rendidos ante la gentil delicadeza que heredamos del noble pueblo árabe. ¿Quién pudo ser sino otro rey sabio e iluminado el que eligiera levantar nuestra ciudad en sitio tan propicio para alcanzar la felicidad?

Abderramán, sabio moro
Hombre de intelecto claro
Bien supiste esclarecer
Este secreto, el arcano
De elegir para crecer
Lugar tan rico, tan sano
Este auténtico vergel
Donde hoy viven con placer
Los que se llaman murcianos

En esta noche, que se transforma para mí en un bálsamo por el indescriptible orgullo de pregonar la fiesta, quisiera también echar atrás la mirada y el corazón, y la memoria y el recuerdo a cuantos ya no se encuentran con nosotros. Siempre es recurrente nombrar a aquellos que la vida, en su ciclo pausado pero certero, nos arrebata. Pero en esta ocasión, honrarlos con mis palabras es un sincero reconocimiento que brota de mi pecho sin esfuerzo alguno.

Porque aún tengo presentes, y los tendré mientras viva, los instantes vividos junto a ellos, la experiencia y sabiduría que me ofrecieron desinteresadamente, la ayuda que me prestaron. ¿Qué decir de mi querido y buen amigo Pepe Maylín? ¿Diré que fue un hombre bueno y comprometido con la fiesta, decidido impulsor e ilusionado fundador de ella y de Ibn Arabí? ¿Diré que él, su familia y su kábila enseñaron el amor al desfile a mi hija desde su nacimiento? ¿Diré acaso que su aportación fue tan importante que los Moros y Cristianos le debemos gran parte de la esencia que nos define? ¿Qué diré de nuestro inolvidable Juanjo Capel? ¿Qué ya andan, junto a tantos otros por el Cielo, unidos en el amor y la ilusión por Moros y Cristianos, organizando nuevas entradas y desfiles, embajadas y fundaciones?

Todo ello ya lo saben aquellos que alguna vez tuvieron la suerte de estar a su lado. Y semejantes preguntas sirven para recordar a todos los Moros y Cristianos cuyas familias recuerdan esta noche con emoción y esa inevitable nostalgia del tiempo que pasaron con nosotros, y que hoy desde arriba comparten este momento con nostros.

También es de justicia recordar y agradecer a todos aquellos que, como presidentes de la Federación, Infantes, Reyes Moros y Abanderadas, han sido protagonistas de esta intensa historia de amor hacia Murcia y sus gentes, de ilusión por tener una Fiesta cada vez más grande e espléndida.

Epílogo de arcabuces

No deseo demorar ni un segundo mi intervención, consciente de que, desde hace un interminable año, lleváis esperando este momento: el mágico inicio de la fiesta que inundará de alegría nuestras calles, de pólvora y ropajes lujosos que contrastarán con la humilde túnica y el tintineo festivo de las veladas en el campamento. Por ello, sin demorar más el instante mágico, alzo mi voz para convocar a los más valientes murcianos que conociera este Reino.

Huestes del Rey don Fernando, caballeros de Santiago,
de San Juan de Jerusalén, de La Arrixaca y del Temple,
nobles de don Juan Manuel, Insigne Embajada Mora
Almorávides de Mursiya, siervos de Abeniyad,
Mudéjares de alta cuna, sufíes de Abull Abbás,
Moros Almohades, de Adberramán
Aben Mardenix, Rey Lobo, hombres valientes sin par
¡Abiertas aguardan las puertas, venid sin demora, llegad!

Murcia se engalana esta noche de tradición y sentimiento, de respeto al pasado y mirada confiada al futuro de esta fiesta que engrandece cada año la ciudad. Murcia rememora la solidaridad y la tolerancia que iluminó a tantas y tantas generaciones y que hoy se hace tan necesaria en España. Murcia, en fin, felicita de nuevo el compromiso sincero que permitirá, a partir de este instante, revivir tantas emociones intensas después de un año de desvelos.

¡Llenemos plazas y calles del deseo de vivir hasta el último segundo que nos resta de fiesta!

¡Vibremos despreocupados y exultantes estos días de alegría y fraternidad!

¡¡TRUENEN ARCABUCES!!

¡¡RESUENEN TAMBORES!!

¡¡BRILLEN SEDAS Y TERCIOPELOS!!

¡¡QUE MURCIA ES MORA Y CRISTIANA!!

¡¡VIVA LA MILENARIA MURCIA!!

¡¡¡VIVAN MOROS Y CRISTIANOS!!!

¡¡¡VIVA MURCIA!!!

He dicho.

En Murcia, a 8 de Septiembre de 2008
Festividad de la Natividad de la Santísima Virgen María
Miguel Ángel Cámara Botía
Alcalde de Murcia

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