La vuelta a los escenarios de Tequila pasa mañana por Murcia

Las entradas del concierto, mañana sábado 17 de enero a las 21:30 horas, 25 €

Comienza la temporada Otras músicas del Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas saltando, y es que el grupo que cambió los parámetros del rock español, Tequila, en su vuelta a los escenarios, hará una parada en Murcia mañana 17 de enero, 25 €. Alejo Stivel, Ariel Rot y Felipe Lipe, juntos de nuevo para volver a entonar esas canciones que forman parte de la historia de la música española y de la vida de muchos. Salta, Me vuelvo loco, Dime que me quieres, Qué el tiempo no te cambie, Rock & roll en la plaza del pueblo... Tequila fue un elemento esencial en la educación sentimental de millones de españoles, desapareció del panorama precisamente cuando habían conseguido lo más difícil: un nombre, un sonido y una popularidad ganada a pulso. Ahora vuelven, y estarán aquí. El concierto, a las 21:30 horas.

Este regreso del grupo que cambió los parámetros del rock español a finales de los años 70 y fue la bisagra imprescindible para recibir a la década de los 80, surge de una idea de Alejo Stivel, el vocalista de Tequila: un día, hace unas semanas, llamó a Ariel y le dijo "¿Qué te parece si juntamos a Tequila?". Ariel no supo qué contestar y quedaron en hablar unos días después, sobre todo porque como el propio Rot comenta, "a mí me gusta tenerlo todo muy planificado y en esos momentos es como que tenía muy armado mi proyecto personal".

Pero, tras un encuentro para hablar del asunto, "me empezó a poner la idea de salirme de mi rumbo de solista y jugar el roll de guitarrista de un grupo". Alejo Stivel, Ariel Rot y Felipe Lipe (el bajista original de Tequila) quedaron para tocar las viejas canciones de Tequila y vieron que aquello funcionaba, "es un repertorio muy divertido –asegura Ariel, es no pararte a pensar, las canciones vienen solas. Es como tocar los temas de Chuck Berry o de los Stones". Al trío superviviente de Tequila, se les sumó Josu García (componente de La Tercera República) en la guitarra (cubrirá el puesto del añorado Julián Infante); Daniel Griffin en la batería (en la posición que ocupaba Manolo Iglesias); y un teclista argentino de nombre Mauro. Ariel dice que han visto que las canciones en sus arreglos originales estaban muy logradas, así que no habrá cambios demasiado radicales con respecto a los temas que conocemos. De este modo, en formación de sexteto, Tequila, 25 años después de su disolución –se separaron en 1983–, comenzará en mayo los ensayos en serio con vistas a una gira de grandes dimensiones que ya se está empezando a planificar y que cubrirá entre 12 y 15 conciertos durante los meses de julio y agosto.

LA HISTORIA

Una intuición particular: fueron ellos, los tipos de Tequila, los que desvirgaron a este país en cuestión de Rock y una explicación: cuando aparecieron, España era una paramera para el Rock. El rock en sentido estricto, ya que proliferaban todo tipo de propuestas mixtas, del rock layetano al rock con raices andaluzas. En Madrid se respiraba un movimiento de rock urbano que agitaba orgulloso su bandera de marginalidad pero parecía imposible que aquello arraigara en el gran público. Quedaban muy lejanos los años sesenta, cuando docenas de conjuntos arrasaron haciendo pop en castellano. Luego llegó la era de la psicodelia y el progresismo, propuestas demasiado fuertes para un país que, no conviene olvidarlo, vivía bajo una dictadura. Los años setenta comenzaron con el rock nacional en situación underground (literalmente, en la clandestinidad), con las listas dominadas por b a l a d i s tas y producciones foráneas.

Tequila cambió todo. En 1977, Julián Infante (guitarra) y Felipe Lipe (bajo) se desahogaban en la Spoonful Blues Band y conocieron a Ariel Rot (guitarra), recién llegado de Buenos Aires.

Eran los días de conciertos en el M&M y ensayos en un chalet de Arturo Soria. Al poco, se les unía Manolo Iglesias (batería) y Tequila se completaba con Alejo Stivel, un amigo argentino de Ariel, que tomó el puesto de cantante. Un inciso para mencionar lo importante que fue la emigración argentina en la reinvención del rock español. En aquella república no ocurrió la fractura que hundió al rock Made In Spain a finales de los años sesenta. Al contrario, el público siguió la evolución de los músicos, y el rock argentino generó un espléndido santoral de creadores y una forma peculiar de cantar, un universo artístico propio y una forma de encarar el mundo y de reflejar la realidad interior.

Fue Mauricio Birabent, alias Moris, un tipo con historia dentro del rock argentino, quien demostró a los insurgentes madrileños que se podían hacer canciones en castellano –en aquellos momentos, el idioma preferido era el inglés macarrónico- que retrataran la ciudad y las gentes que allí vivían. Suena elemental pero entonces resultó toda una revelación. Ariel y Alejo se trajeron desde Buenos Aires temas de Charly García, Sergio Makaroff y Norberto Napolitano, pero también una idea ambiciosa: la posibilidad de desarrollar un rock sencillito con capacidad de seducir a una juventud que estaba descubriendo los placeres de la libertad. No tenían complejos respecto al rock entonces circulaba la teoría de que era parte de "la colonización cultural yanki"- ni se sentían lastrados por la efervescencia política de la recién nacida democracia. La referencia sonora era obvia: Los Rolling Stones. Pero unos Stones oxigenados, despojados de vicios, sin grasa ni arrogancia. La de Tequila era una propuesta elemental en su clasicismo. La destilación de 25 años de rock, concebido como vehículo de comunicación, nada de malditismo o de delirios de rockero que quiere ser artista. Pero lo de Tequila tenía potencial, olía a éxito. Se trataba de poner en marcha la Tequilamanía y se movilizaron: el grupo se vió rodeado de multitudes bulliciosas, con chicas que agitaban pancartas y carteles impresos. No hubo que fingir mucho: el mercado estaba maduro para un grupo como Tequila. "Matrícula de honor".

El primer Lp, les presentaba en su portada como chicos malos -melenas y corbatas – en un aula diminuta; en la contraportada, fotos individuales de los cinco, ropa de calle y exceso de maquillaje. Sí, se les promocionaba como objeto del deseo.

El disco se abría con "Rock & roll en la plaza del pueblo" y resultó una metáfora perfecta. Tequila irrumpía en un país un tanto pueblerino donde el rock era una moda rara y podías terminar en el pilón, los mozos no tenían mucha simpatía por los maricas esos de las guitarras eléctricas. Pero el grupo estaba seguro de traer la medicina necesaria: "un poco más de rollo / no vendría mal / si no estoy colocado / no puedo tocar / el rock está en mi cuerpo / saltar y desmadrarme / me puedo liberar / el rock está en tu cuerpo / salgamos a bailar". El rock como liberación. El rock como Tamtan generacional. Tequila hablaba de problemas básicos, de esperar a la chica, de estar sin pelas, de toparse con alguien deslumbrante, de satisfacer como fuera los deseos, de enfrentarse con los padres y la sociedad adulta. Y lo decían con un lenguaje coloquial, sin reprimirse, con descaro. Alejo poseía la exhuberancia necesaria para transmitir esos mensajes y una voz de pillo que conectaba infaliblemente con sus oyentes. Detrás, una banda eficaz que facturaba ritmos contagiosos, rotundo -rock de toda la vida-. La tequilamanía supuso una revolución genuina: el sector femenino del público que la industria alimentaba con los Pecos y solistas guapitos se pasaba al rock guitarrero. Y Tequila era un grupo bastante "auténtico" para atraer igualmente a un público masculino que necesitaba que le comunicaran vivencias urgentes en su idioma.

En 1980, surgía la llamada "nueva ola"; no triunfó inmediatamente, pero destapa toda una nueva oleada de grupos destinados a reemplazar a los surgidos en los setenta. Un movimiento que hubiera sido impensable sin el precedente triunfal de Tequila: las compañías ya sabían que aquello era vendible y en casos como el de Radio Futura se imitó el modelo Tequila de lanzamiento a tope. Y aunque fueran demasiado moderno como para reconocerlo, muchos de esos novísimos se sentían motivados por el ejemplo de Ariel y compañía: los cinco disfrutaban sin pudor de su status de estrellas del rock, vivían a fondo, encarnaban el espíritu del rock.

Discos con un diseño cuidado que enfatizaban una exposición de colores, que vendían el sex appeal de unos rockeros de imagen atractiva. Y la compañía echaba toda la carne en el asador promocional: discos en vinilo azul, maxis con versiones extensas, regalos de pegatinas y posters en los Lps... Tequila había conseguido la normalización del rock en España y, paradójicamente, esa situación se volvió en contra suya.

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